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"SIETE" LA REVISTA DE LOS SETENTAS

UNA ILUSIÓN REITERADA

MARCO ANTONIO PULIDO
JEFE DE REDACCIÓN

Cuando yo era niña me gustaba tener siempre a la mano lápiz y papel; pasaba todo el día haciendo garbatos. Mi madre y mi abuela decían que yo había nacido con un pincel en la mano y en la otra una raqueta de tenis. (Además de ser pintora, Claudette Eyssautier Petit es una tenista notable, cinta verde en karate y maestra de dibujo en una escuela de decoración).

Mi primer maestro fue Cutberto Galván, en aquellos día yo tenía cinco años- Le siguieron el arquitecto Alvarez García. Y Joaquín Alvarado – director de Artes Plasticas en Costa Rica-, Edgar Coghlan, Guati Rojo, el maestro Suárez Olvera quien ya falleció y por último Héctor Ayala, con quien he trabajado durante ocho años. Por fortuna además de alumna he sido maestra; he tenido que aprender entonces ese arte de servir de guía y al mismo tiempo permitir e incluso fomentar que cada alumno siga el camino de su propia personalidad, de su propia expresión. Porque el dibujo o la pintura son a final de cuentas, un lenguaje, una forma de expresar sentimientos, ideas, intuiciones.

Tal vez lo más difícil para un maestro de arte es esa necesaria comprensión de la naturaleza y las intenciones, los conceptos de otras personas. Al mismo tiempo que se corrige en el alumno lo que se considera deficiente, hay que respetar su criterio, prevenirlo contra su tendencia natural a recibir profundamente la influencia del maestro. Pues aunque uno tenga un guía, alguien que puede orientarlo, necesita formarse, esto es, convertirse en su propio mentor. En este sentido el camino del aprendizaje no tiene fin.

Hay quien dice que el artista nace. Es posible que algunas personas tengan, de manera innata, no sólo la inclinación hacia la pintura sino también talento. Pero si no trabajan sobre sus cualidades aquello quedará en germen, jamás alcanzará a desarrollarse: por eso prefiero decir que ser artista es un asunto de disciplina, de entrega, de mucho traajo.

Hace falta estudiar, mirar atentamente lo que hacen otros artistas, recibir y asimilar las influencias que nos va trayendo la vida.

Pero creo que es un error considerar que deben pintar sólo los pintores. Todo mundo debería pintar, de la misma manera que todo mundo debería conocer la escritura y la lectura. De esa manera todos podríamos apreciar mejor un cuadro y además tendríamos a nuestro alcance una manera más de expresarnos de encontrarnos.

Creo que lo más importante para pintar es desarrollar nuestra capacidad de observación. A fuerza de reconocer las figuras, los contornos, las sombras, los volúmenes, los diferentes matices, vamos recogiendo el material necesario para crear imágenes propias, formas del natural o concebidas por la fantasía.

Ahora trabajo con un cuadro sobre una leyenda indígena. Es El Árbol de la Leche: nadie sabe donde se encuentra y nadie lo ha visto jamás. Es un árbol que nutre a los niños muertos; los alimenta hasta que es tiempo de que vuelvan a la vida. Cuando yo haya concluido mi pintura todos podrán ver, podrán conocer el Árbol de la Leche.

Junio 27 de l976
Vol. 12 No.83 tiraje 49,900 ejemplares. México D.F.

 


 

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